domingo, 5 de abril de 2009

¡Tiene un cerebro de hormiga!


En más de una ocasión hemos escuchado el increpación de tienes un cerebro de hormiga a fin de evidenciar la escasa capacidad intelectual de alguien. A la luz de cómo es y funciona el cerebro de una hormiga, creo que ya va siendo hora de que tal increpación cambie de estatus y se convierta en una virtud.
En un anterior post ya habíamos visto
lo innovadoras que habían sido las hormigas. Inventaron la agricultura, cultivan hongos, crían pulgones como si fuera ganado, forman ejércitos para batallar, emplean sustancias químicas para alertar y confundir al enemigo, capturan esclavos, practican la explotación infantil e intercambian más información entre sí que dos marujas en la cola de la pescadería.
Ahora toca asombrarnos con su cerebro.
El cerebro de la hormiga pesa más o menos el 6 % del total corporal, lo cual la convierte en el animal con el cerebro más grande en relación a su cuerpo. Si extrapoláramos este mismo porcentaje a un ser humano, tendría la cabeza casi tres veces más grande, a lo hombrecillo verde.
El cerebro de una hormiga sólo pesa 0,3 miligramos y tiene muchas menos neuronas que el nuestro. Sin embargo, las hormigas se agrupan en colonias, esto es: en superorganismos. Si los humanos se agrupan en una asociación, normalmente todos los integrantes acaban adoptando el coeficiente intelectual del más tonto: ya se sabe que la masa siempre ha sido más inconsciente que el individuo. En las hormigas ocurre todo lo contrario. Un nido mediano de 40.000 hormigas acumula más o menos el número de células cerebrales que una persona y, además, se conectan entre sí de una forma tan armónica que ya quisieran muchos.
Una colonia de hormigas, pues, es una suerte de supercerebro. Un supercerebro que ya lleva 130 millones de años en el planeta. En la actualidad existen 10.000 billones de hormigas. La masa total de hormigas es superior a la que sumamos todos los seres humanos.
Como muchos humanos (figuradamente), hay algunas hormigas, como la hormiga carpintero, que son capaces de vivir 24 horas sin cabeza, pero ninguna de ellas puede sobrevivir fuera de la colonia, sin pertenecer al supercerebro de hormiga que la cultura popular ha convertido en un insulto en vez de en una virtud.
¡¡¡Ojo a la hora de hablar de cerebros!!!


¿Los seres humanos no inventaron la agricultura?

Las hormigas Atta, también llamadas hormigas arrieras o cortadoras de hojas, son un ejemplo paradigmático de mente colmena y de laborioso trabajo en grupo. Bajo tierra construyen ciudades con una densidad demográfica que supera las grandes ciudades humanas. De varios metros de profundidad y de hasta 20 metros de circunferencia.
Al trabajar todas juntas, en la superficie parecen un ancho y bullicioso río de color verde, pues son capaces de transportar en sus fauces fragmentos de hoja que superan en mucho su tamaño y su peso. Desde arriba parece que las hojas se mueven solas, como pequeñas alitas mercurianas, porque las hormigas, en comparación, son diminutas respecto al pedazo de hoja que llevan encima. Imaginaos la siguiente equivalencia: miles de seres humanos avanzando en tropel, cada uno transportando en su espalda un árbol entero. Todas llevando diligentemente el cargamento a una metrópolis subterránea dividida en miles de cámaras conectadas entre sí por un dédalo de túneles. La imagen asusta.
Pero lo más curioso de todo es que las hormigas, en realidad, no se alimentarán de estas hojas (sólo de su savia), sino que las masticarán y las convertirán en una especie de papilla con la que abonarán los huertos de hongos del hormiguero. Sí, habéis leído bien. Las hormigas Atta son una especie de minúsculos pero fortachones agricultores (o micocultores) que luego se alimentan de unas pequeñas protuberancias redondeadas que nacen en los hongos. Al alimentarse sólo de esta parte, llamada gongylidia, efectúan de paso una poda del hongo que también evitará que éste complete su desarrollo.
Resumiendo: las hormigas en realidad transportan abono para cultivar hongos bajo tierra, un tipo de hongo que ya se ha aclimatado de tal modo a la vida en la metrópolis subterránea que sólo crecen correctamente en el interior de los hormigueros y bajo el cuidado atento de las hormigas. Las Atta fueron agricultoras que no se comían las semillas y esperaban una gratificación diferida antes que nosotros lo fuéramos, cuando aún andábamos por el mundo como cazadores-recolectores.
Tan fundamentales son estos hongos para la supervivencia de la colonia que, si la reina quiere fundar otra nueva colonia, siempre volará hacia su nuevo destino cargada con un cultivo de hongo con el que sembrar la primera cosecha. De la misma manera que lo hicieron durante la Segunda Guerra Mundial Florey, Chain y sus colegas de Oxford: viendo que la invasión alemana era inminente, transportaron en secreto el valioso cultivo del hongo de la penicilina que acababan de descubrir infectándose con él la ropa.. Como hormigas antropoides huyendo del oso hormiguero llamado Hitler.