Anticuerpos monoclonales y
argentinos
Es la primera planta en su tipo en Sudamérica. Construida con apoyo
del INTI, el Ministerio de Ciencia y la UNQui. Hasta ahora, esas sustancias –cuyo
desarrollo le valió a César Milstein el Premio Nobel– se importan en su
totalidad.
En Munro, provincia de Buenos Aires, se inauguró la primera planta de la Argentina –y Sudamérica–
dedicada a la elaboración de anticuerpos monoclonales para uso farmacológico.
Estas sustancias –cuyo desarrollo le valió al argentino César Milstein el
Premio Nobel de Medicina– se utilizan para tratar distintos tipos de cáncer y
enfermedades autoinmunes. Actualmente se importan en su totalidad. La planta
productora fue construida por la empresa PharmaADN –perteneciente al grupo
Insud–, con ayuda de un subsidio del Ministerio de Ciencia y Tecnología y
participación del INTI y la
Universidad de Quilmes. En la inauguración, ayer, participó
la presidenta de la Nación,
Cristina Fernández de Kirchner. El primer lote de productos se obtendrá dentro
de un par de semanas, pero su puesta en el mercado requerirá ensayos clínicos y
certificaciones que se prevé completar dentro de un año. La Argentina gasta más de
200 millones de dólares al año en importar anticuerpos monoclonales como los
que empezará a elaborar el flamante laboratorio.
Mauricio Seigelchifer, director de investigación y desarrollo de PharmADN,
destacó que “gran parte de los productos de biotecnología que se aprueban en el
mundo son anticuerpos monoclonales, que se dirigen hacia un determinado blanco
con precisión absoluta. Esteban Corley, director de desarrollo
de negocios de la empresa, explicó que “estos anticuerpos actúan por una u otra
de dos estrategias: la primera es dirigirse directamente a la célula tumoral y,
al unirse con ella, dejarla marcada para que una célula killer del sistema
inmunitario la destruya; la segunda estrategia es inhibir la generación de los
vasos sanguíneos que el tumor necesita para nutrirse. Suelen utilizarse en
tratamientos combinados, frecuentemente con quimioterapia. En las enfermedades
autoinmunes, el anticuerpo monoclonal anula las proteínas por las cuales el
organismo ordenaba el ataque a una parte de sí mismo”.
En la flamante planta, “inicialmente se elaborarán anticuerpos monoclonales
para cánceres de mama y para el linfoma llamado ‘no Hodkin’; también se
obtendrán los que permiten tratar una enfermedad autoinmune, la artritis
reumatoidea”. De todos modos, “la planta constituye una plataforma ya dispuesta
para producir distintos tipos de estos anticuerpos”, observó Lucas Filgueira
Risso, gerente de planta. Permitirá el abastecimiento local y la exportación.
Hasta ahora, estos productos se importan de los países centrales o de algunos
laboratorios de China y la India”.
Para el cáncer de mama, según estos investigadores, los anticuerpos
monoclonales pueden utilizarse en el 25 por ciento de los casos, lo cual abre
la posibilidad de tratar al año cinco mil casos de los veinte mil que se
registran en el país. La artritis reumatoidea representaría unos dos mil casos
al año, el mismo número constituido por el linfoma no Hodkin.
En el acto de ayer, Cristina Fernández de Kirchner sostuvo, por
teleconferencia, que “la inauguración de esta primera planta de América del Sur
es la punta de lanza de un proyecto científico-tecnológico a partir del
descubrimiento que le valió a Milstein obtener el Premio Nobel de Medicina”. En
el acto estuvieron los ministros de Ciencia y tecnología, Lino Barañao, de
Industria, Débora Giorgi, y de Salud, Juan Manzur.
La inversión total para la construcción de esta planta fue de unos quince
millones de pesos, de los cuales el Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación Productiva aportó 2.300.000. Este aporte se enmarca en un proyecto
asociativo público-privado que involucra al grupo Insud –del cual participan
también las empresas Romikin y Elea–, al Instituto Nacional de Tecnología
Industrial (INTI), la
Universidad de Quilmes y el Instituto de Oncología Angel
Roffo. Los integrantes del consorcio aportan al proyecto –que también
permitiría producir vacunas y otras proteínas– algo más de 11 millones de
pesos, más 20 millones que pone el ministerio.
Analía Pesce –directora de calidad y asuntos regulatorios de PharmADN–
explicó que “los anticuerpos monoclonales actuales se producen en células
inmortales derivadas de ovario de hamster chino que, mediante ingeniería
genética, han sido ‘humanizadas’, es decir que resultan compatibles con la
utilización terapéutica en seres humanos. Estas células sirven para producir
distintos anticuerpos, según la modificación que, nuevamente por ingeniería
genética, se les aplique”.
En el caso de los que producirá PharmADN, el punto de partida es un pequeño
tubo que contiene un mililitro de las células productoras del anticuerpo
monoclonal buscado. Estas células, según explicó Pesce, “son producidas por
laboratorios contratados en la
Argentina y en el exterior”. En la planta elaboradora, se
multiplican en sucesivos fermentadores, cada vez más grandes, con el caldo de
cultivo adecuado para su reproducción. El mayor es de quinientos litros. Todo
el procedimiento requiere 14 días, al cabo de los cuales se “cosecha” el
anticuerpo. Por distintos procedimientos se lo purifica, y el resultado final
son dos litros de anticuerpo monoclonal en estado puro, principio activo de los
preparados terapéuticos.