La inmunización no previene la enfermedad, pero la ataca para frenar su
avance. Su aplicación logró triplicar la sobrevida de los afectados.
Participaron científicos del Conicet, la UBA, la Unqui y dos
laboratorios privados.
Un consorcio científico público-privado argentino
presentará hoy una vacuna contra el cáncer de pulmón, un tratamiento
casi inédito en el mundo que produce en el paciente una respuesta inmune
contra determinados elementos presentes en el tumor, lo que permite
mantener o reducir su tamaño. En Argentina, el cáncer de pulmón es el
que más muertes causa, con casi nueve mil defunciones al año. El
principal problema radica en que, cuando se lo detecta, la enfermedad
está muy avanzada, una cirugía se torna inviable y los tratamientos
tradicionales resultan poco efectivos.
“Hay grandes empresas internacionales que trabajan en desarrollos de
vacunas terapéuticas contra el cáncer, pero todavía están en fases de
estudio y no han sido aprobadas. Esta es una de las primeras vacunas en
el mundo en obtener suficiente evidencia para tener una aprobación en
Argentina, a través de la Anmat, y en Cuba”, aseguró Roberto Gómez,
director médico del laboratorios Elea, empresa que estará a cargo de la
comercialización de la vacuna racotumonab, cuyo nombre comercial será
Vaxira y estará a la venta a mediados de julio. Gómez presentará los
estudios más recientes realizados con el medicamento en la Reunión Anual
de la American Society of Clinical Oncology (ASCO), el encuentro más
importante a nivel mundial en oncología, que se va a realizar entre hoy y
el 4 de junio en Chicago, Estados Unidos.
Este proyecto es el resultado de 18 años de investigación de un
consorcio público-privado del que participaron más de 90 científicos. En
las distintas fases intervinieron profesionales de la Universidad
Nacional de Quilmes, grupos de la Universidad de Buenos Aires y el
Conicet, el Hospital Garrahan y el Instituto Oncológico Roffo, junto con
empresas privadas como el grupo Insud y el laboratorio Elea, en
asociación con el Centro de Inmunología Molecular de La Habana, Cuba.
Además recibieron una financiación, en forma de subsidios, del
Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Salud de la
Nación. “Este consorcio se conformó de acuerdo con las necesidades del
proyecto. El desarrollo de un medicamento oncológico conlleva distintas
etapas que van desde el descubrimiento del blanco terapéutico, las
pruebas preclínicas y clínicas”, explicó Daniel Alonso, médico y
director científico del consorcio.
El blanco terapéutico de la vacuna es un antígeno llamado NgcGM3,
una sustancia que puede ser reconocida por el sistema inmunológico y que
se expresa en células tumorales y no en células sanas. “El producto lo
que hace es reactivar el sistema inmunológico del paciente para que
reconozca determinados elementos específicos del tumor de los tejidos
sanos. En términos técnicos, esos elementos son antígenos glicolilados,
sustancias que tienen un residuo de azúcar que se presentan en la
superficie celular de las celulares tumorales y que son accesibles al
ataque por el sistema inmunológico. Con la vacuna, se logra quebrar la
tolerancia que el organismo tiene a ese tumor: el sistema inmune del
paciente ahora va a generar anticuerpos que van a intentar destruir el
residuo de células cancerosas. Si eso es efectivo, el residuo de cáncer
que tenga el paciente va a ir reduciéndose o manteniéndose a raya”,
detalló Alonso.
Por el momento, la innovación fue registrada para cáncer pulmonar
avanzado y específicamente un subtipo que se llama de células no
pequeñas, que es la variante que se presenta en el 70 por ciento de los
casos. Esto no implica que, en un futuro, el producto pueda ser usado en
otras patologías cancerosas. “A diferencia del cáncer de mama o
próstata, que se detectan precozmente, el cáncer de pulmón se
diagnostica cuando la enfermedad está avanzada, por lo cual el paciente
no puede ser operado y la respuesta a la terapias tradicionales no es
satisfactoria”, informó Gómez. En este sentido, la vacuna implica un
gran avance, ya que según los estudios efectuados a 176 pacientes de
Argentina y Cuba a dos años, el nivel de sobrevida de aquellos que se
habían sometido al tratamiento se triplicó. “Uno lo que evalúa con esta
terapéutica es la sobrevida, qué porcentaje de los pacientes que inician
el tratamiento están vivos a los dos años. En el grupo control, es
decir, aquellos que no recibieron la vacuna, un ocho por ciento estaba
vivo a los dos años y, en cambio, en los que habían sido vacunados el
número se triplicaba a un 24 por ciento. Ahora el desafío es tratar de
buscar la mejor combinación, la mejor indicación para seguir
desarrollando y aportando”, contó Gómez.
De acuerdo con esto, el director médico del laboratorio Elea
ratificó que el ideal al que se apunta es cronificar la enfermedad. “En
los casos avanzados en los que no se puede operar, el ideal es que el
paciente tenga su enfermedad, pero que crezca lo más lento posible y
entonces pase a ser un paciente como un hipertenso, un diabético, que
sabe que nunca se va a curar, pero que tratado puede tener una adecuada
calidad de vida. Eso en algunos casos lo hemos podido lograr y
actualmente tenemos pacientes tanto aquí como en Cuba que ya llevan
cuatro o cinco años de tratamiento que, con lo avanzado de su
enfermedad, no habrían tenido una alternativa terapéutica.” El
tratamiento implica cinco dosis de inducción cada 14 días y luego un
refuerzo mensual de mantenimiento, que se extenderá en el tiempo de
acuerdo con lo que necesite el paciente. “Uno hace la quimioterapia o
radioterapia y después aplicaría la vacuna, ése es el blanco que uno ve
en este momento para cubrir. Por cuánto tiempo se extenderán las
aplicaciones dependerá de la respuesta del paciente, no hay un tiempo
determinado. Como todas las drogas no tóxicas, uno las va usando el
tiempo que necesita cada paciente en particular, con tomografías cada
dos o tres meses para ver cómo esta el tumor”, explicó el director de
investigación del Instituto de Oncología de Rosario e investigador del
ensayo clínico de la vacuna, Luis Enrique Fein.
“Esta vacuna no daña la médula ósea, que en general es una de las
limitaciones de la quimioterapia. Si bien la quimio siempre persiguió
matar la mayor cantidad de células tumorales haciendo el menor daño
posible, eso lo conseguimos a medias porque produce daños en los tejidos
nobles como la médula o, lo más conocido, el folículo piloso, que se
cae. De esta forma, tenemos una limitación que es la cantidad de dosis y
el tiempo que la podemos usar. Una droga que no utilice el mecanismo de
la quimioterapia de destrucción de células sino la propia inmunidad
como este caso abre todo un concepto nuevo.”